Desde que empecé a trabajar, no he tenido que molestarme en recopilar constancias, certificados, títulos, ni otros documentos que acrediten mi valía profesional; la llave de acceso a todos mis trabajos ha sido la CLASE MODELO, aún recuerdo, el concurso público en el que participé; se presentaron una buena cantidad de postulantes: dos etapas, la primera, presentación de CV y la segunda, clase modelo.
En la primera etapa, la mayoría obtuvo enormes puntajes, por haber presentado abultados CV, mientras que, quien escribe, obtuvo un puntaje mínimo, ya que solo presenté un par de hojas describiendo mi trayectoria profesional -recordemos que en ese tiempo estaba de retiro espiritual ayudando al Padre Nilton en una obra social ad honorem- la diferencia entre el primero y quien escribe, era más o menos de 50 a 15, pero llegado el momento de la clase modelo, ante un salón lleno de estudiantes, el alcalde y toda la junta de regidores, se inició la batalla final, donde los gallos cantan y al final de esa abrumadora gesta, la diferencia entre el primero y quien escribe fue de 98 a 60, siendo el puntaje perfecto 100 puntos.
Desde antaño, en todas las civilizaciones y empresas han existido los Caín, los Judas, los Efialtes y los felones; los que habiendo recibido apoyo y favor de los todo poderosos directores y gerentes de las empresas, llegado el momento actuaron arteramente contra quienes los formaron y a quienes deben todo lo que son.
En mis más de 20 años, he conocido a tantos felones y traidores, recuerdo a uno, que actuaba como la chismosa del jefe, le contaba hasta lo que hacíamos en la calle, era el engreído, tenía el apoyo total de la gerencia, le pagaban las conferencias gratuitas que no generaban ni un centavo, le hacían fiestas de despedida cada vez que decía que se iba.
Pero ¡oh! sorpresa, cuando la empresa necesitó de sus servicios, la rata se fue, dejó con los crespos hechos a quien ponía las manos al fuego por su engreído.
Muchos compañeros de trabajo -y miren que a lo largo de mis 23 años de trabajo he tenido abundantes compañeros de trabajo- confunden y han confundido maliciosamente el SER PRODUCTIVO con lo que para ellos era normal, la lambisconería. Una palabra fuerte, propia de aquellos adulones, serviles y lame botas que solo viven para chismear y agachar la cabeza frente a sus amos o patrones.
El Ser Productivo colinda con la excelencia, con el liderazgo, con la necesidad imperiosa de sobresalir y generar recursos económicos tanto para la empresa como para uno mismo; pero para la gente mediocre -que vive haciendo solo lo necesario en su trabajo y que reclama a viva voz un aumento de sueldo, sin siquiera merecerlo- para ellos, eso es servilismo.
En mis 23 años de trabajo, distribuidos en diferentes empresas: CESCA, Informática, CETPRO Álvaro del Portillo, Municipalidad Distrital de Zúñiga, Instituciones Educativas Nuestra Señora de la Asunción, 20200, Evariste Galois e Instituto Galois, son pocos, casi contados con dos dedos de la mano, los compañeros que hemos entendido el significado de SER PRODUCTIVOS.
Al mismo modo que lo hacía San Martín de Porras, que reunía en un mismo plato a perro, gato y ratón, no importaba cuánta rabia contenida tenía cada uno de esos animales en contra del otro, lo importante era la convivencia pacífica al momento de departir con el santo moreno.
HOY se repite la historia y no por un milagro del santo sino por la angurria desesperada de las ratas llamadas congresistas, las cuales han tomado por asalto las curules que estaban destinadas a gente con valores y dotados de una inteligencia política sin igual.
Ratas, mucas, zarigüeyas, todas juntas para beneficio mutuo, nada de velar por los intereses de los millones de peruanos sino solo en beneficio de sus patrones, de los empresarios que pagaron sus campañas, solo viven para bajarse los pantalones y estar al servicio de los potentados.
Un rotundo NO para tan simple pregunta; los que una y otra vez postulan sin lograr el objetivo deseado, lo hacen no por querer servir a sus votantes sino solo para beneficiarse y recuperar todo lo invertido en las campañas que hasta ese momento solo han visto el fracaso.
Campaña tras campaña, fracaso tras fracaso y aún vemos a esos personajes siniestros encabezando las listas de los vientres de alquiler, organizaciones criminales o también llamados partidos políticos. Cada vez se vuelven más descarados, ya no les importa guardar las apariencias, se muestran tal como son, sacan las garras apenas logran su objetivo, saben que no tendrán otra oportunidad para hacerlo, es su momento y deben robar todo lo que puedan.
Y ni hablar de los candidatos que aparecen de la nada, que de un día para otro, les nació el amor por sus vecinos, el amor por los más humildes, el amor por los más pobres; esos son los peores, de esos hay que cuidarse, tal como reza el viejo refrán "Líbrame Oh!! Dios mío de las aguas mansas que de las bravas me libro YO.